Hace ya un tiempo que nuestro querido amigo Alberto Urdiales nos dio su bendición con esta reseña sobre uno de los cuentos clásicos infantiles mas populares «La princesa rana». Esas eran sus palabras.
La Princesa Rana
Tengo que reconocer que esta publicación me pudo ya antes de abrir el libro, y
por varias razones. La razón fundamental es que es un cuento clásico y en una
versión respetuosa con el espíritu de los cuentos clásicos:
– Está fuera de toda revisión equilibrada, que solo busque la moraleja
educativa.
– Mantiene la dramaturgia y el tono trágico, condimentos a veces considerados
conflictivos para el mundo infantil.
– Esta fuera de toda estructura razonada cuyo objetivo es mostrar lo real y
camuflar lo irracional o mágico.
Como en todos los cuentos clásicos encontraremos suspense, poderes
terribles, magias y casualidades inexplicables. Es cierto que se repite el tópico
sexista de que el luchador contra los poderes del mal debe ser masculino, y
que la finalidad de la princesa es convertirse en “premio”, además de que sus
mejores cualidades son las establecidas en el ideario sexista; pero esto se
contrarresta con el sorprendente sobrenombre de la protagonista: Vasilisa la
Sabia; no la bella, ni la dulce, ni la joven… ¡La sabia!.
Con todo podemos añadir que este cuento y los próximos que nos promete la
editorial, por proceder de la literatura popular rusa, tendrán el valor añadido de
ser desconocidos para la mayoría de nosotros.
El estilo de las ilustraciones tenía que mantener y potenciar este mundo terrible
y mágico, y nada mejor que las increíbles acuarelas de Sally Cutting; a las
tenemos que agradecer, los detalles que nos introducen en un tiempo y un
lugar extraños:
Las arquitecturas, desde las más palaciegas con cúpulas de cebolla y arcadas
frontales, casi iconos, a las más populares casas de madera, con porches,
aleros, tejadillos abuhardillados, entrantes y salientes en tanta cantidad como
los suaves matices de los colores que las cubren.
Los ropajes, ricos en texturas, cenefas y estampados y siempre dentro del
canon oriental.
Los paisajes abiertos, de gran profundidad, donde caben las anécdotas; los
bosques oscuros en los que surgen o se esconden las magias; y los bosques
claros, insuperables, que parecen motivar al conocimiento, la empatía y la
ayuda desinteresada.
Posiblemente estemos ante el inicio de una colección diferente, una de esas
apuestas personales en las que, más que la rentabilidad comercial, se busca la
recuperación de las propias experiencias infantiles vividas con este tipo de
literatura.
Alberto Urdiales