CÓMO LA PALABRA MAZAR SE COLÓ EN UN CUENTO INFANTIL

En los encuentros con los lectores pequeños y mayores presentando “El garbancito” tanto Sally como yo, ambas extranjeras de latitudes bastante frías, nos quedamos desconcertadas cuando varias mamás preguntaron “¿Y “mazar” es correcto?”. Se nos cayó el alma al suelo. Como “El garbancito” es un cuento infantil de tradición popular a la hora de traducir conservamos la palabra tal como se usaba en el texto original. ¿Pero por qué causa sorpresa? Todo acomplejadas acudimos, como no, al diccionario de La Real Academia que en su infinita sabiduría nos proporcionó un cierto consuelo y al mismo tiempo informó: Mazar significa golpear la leche dentro de un odre para que se separe la manteca.

¡Aha! Como se podía esperar la palabra viene de cómo se elaboraba este rico alimento en antigüedad. O sea, dando con el mazo tal como se ve en el grabado francés de 1499 y en nuestra ilustración del Garbancito.

Hasta nos enteramos que el día 14 de octubre se celebra el día mundial de la mantequilla.

 Mujer elaborando mantequilla. París, 1499.

Todo bien, todo en orden. Aun así, qué hay de malo en esa palabra que colamos en el cuento y que tan poca gente la conoce.

Seguimos hurgando en la historia. En antigüedad la mantequilla era muy apreciada por los vikingos y celtas. Por esa razón los romanos y los griegos la consideraban un producto bárbaro, lo despreciaron y, probablemente por eso, no la incluyeron en su dieta. ¡Vaya, como los prejuicios ideológicos condicionaban, limitaban, empobrecían la dieta!!!!!!

Sólo los países de religiones musulmana o judía, en el mediterráneo, utilizaban ya en la Edad Media, la grasa de vaca para sustituir la de cerdo, por ejemplo, y sólo en algunas preparaciones dulces. En el sur de Europa, en cambio, se prefería el aceite de oliva o la manteca de cerdo

Seguro que la situación con mantequilla tenía que cambiar con el paso del tiempo. Los refinados sureños europeos, despojados de antiguos prejuicios, tenían tiempo para apreciar ese delicioso producto. Con el aliciente de que ya no se pone a una mujer a mazar leche manualmente. Pues no. En Portugal, Italia y sur y este de España, ya casi no se come la manteca de cerdo, pero se ha sustituido directamente por aceite de oliva y no por mantequilla.

¡Vaya! ¡Es el clima! Ya que no hay mucho interés por la mantequilla menos todavía interesa como se elaboraba. Y por tanto “mazar” no es un verbo habitual.

Sin embargo, en el norte de España esta palabra no causa ninguna sorpresa. Es más,  Asturias, por ejemplo, vive en amable compañía de otras como manteiga, mazadeira, firidera.  El museo entográfico de Grandas de Salime lo corrobora.

 

 

 

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